Desvela que se recupera de un cáncer de mama y que confía en volver a coronar un ocho mil en junio
Lo peor ya ha pasado, pero a Rosa Fernández aún le queda un intenso camino por recorrer. Eso sí, por un camino desconocido. La montañera asturiana comenzó 2009 cargada de proyectos que ha tenido que dejar en un recodo de la senda debido a una enfermedad. En febrero, cuenta Rosa, durante una revisión rutinaria, «me detectaron un cáncer de mama».
«Sin querer, me encuentro escalando una montaña que no estaba en mi calendario, que no está catalogada ni ubicada en ningún mapa, pero que tiene las mismas dificultades que cualquier otra de las grandes», explicaba ayer en Oviedo, donde comunicó que ya ha sido operada y que ya está inmersa en el tratamiento posterior a la intervención. «Me encuentro bien», asegura, sin perder la sonrisa. Además, la intervención le llegó en un excelente momento de forma física. «Estaba al doscientos por ciento, preparándome para ir a Nepal», explica.
De hecho, la enfermedad le ha hecho más fuerte. Le ha inyectado una dosis extra de motivación. Incluso recurre a símiles con el deporte que la ha llevado por todo el mundo para describir cómo afronta este proceso de recuperación: «Mi mochila está preparada, cargada con todo lo necesario para la 'ascensión', sobre todo con mucha ilusión y fuerza».
Ganas no le faltan. Incluso ya piensa en su próxima aventura entre montañas. Y no se trata de nada sencillo. Rosa, que acaba de cumplir 49 años, sueña ya con desplazarse a Pakistán, en junio, para escalar su próximo ocho mil. Lo hará durante el mes que le dan de permiso los médicos para recuperarse entre ciclo y ciclo del tratamiento.
«Tocar y bajar»
«Tengo mis vuelos reservados y el permiso para escalar», confiesa la montañera, que no ha dejado de entrenarse ni un solo día desde que salió del hospital con la vista puesta en el G1, un ocho mil «de los más bajitos». «Elegí ese porque no será necesario quedarme a dormir a 8.000 metros. Será sólo tocar y bajar», comenta, esperanzada de que las próximas 30 sesiones no le pasen factura física. «Estoy, incluso, más motivada que nunca», insiste mientras no puede olvidar que si el destino no se hubiera torcido ahora estaría en un escenario bien distinto. Concretamente, en Nepal. «Este era el primer año que lo tenía todo organizado, pero a veces el destino es caprichoso y te obliga a romper tus planes», suspira.
Si todo sale bien, Rosa confía en estar al ciento por ciento con la llegada del verano. En junio. Las cumbres paquistaníes marcan ahora su horizonte. Y, cuando lo consiga, Rosa lo tiene claro. Dedicará su doble triunfo a «todas aquellas personas que han pasado o están pasando por esta situación». Será su manera de darles «ánimo y fuerza». Una forma de demostrar que «en la vida siempre hay una nueva oportunidad».
Fuente:texto y foto El Comercio Digital
No hay comentarios:
Publicar un comentario